No sabr\u00eda decir qu\u00e9 me ha resultado m\u00e1s tedioso e in\u00fatil en mi vida, si tener que examinarme peri\u00f3dicamente de un mont\u00f3n de asignaturas como alumno, o como profesor tener que corregir cientos de ex\u00e1menes que dec\u00edan lo mismo una y otra vez. Me cuesta pensar en algo provechoso que haya podido aprender de esas experiencias aparte del hecho mismo de hacer y corregir ex\u00e1menes. Y comprendo y apruebo que quien va a conducir un coche o construir un edificio o diagnosticar enfermedades tenga que pasar un examen. Los ex\u00e1menes tienen su funci\u00f3n: acreditar a alguien para algo – es probable que haya medios mejores pero valen para tal fin. Lo que resulta m\u00e1s que cuestionable es que valgan como herramienta did\u00e1ctica en un entorno educativo.<\/p>\n
‘El suspenso es penalizar el error, y el error es fuente de aprendizaje’<\/td>\n<\/tr>\n<\/tbody>\n<\/table>\n El examen es inseparable de la calificaci\u00f3n, y la calificaci\u00f3n no existe sin la posibilidad de suspender. El suspenso es penalizar el error, y el error es fuente de aprendizaje. El suspenso convierte el intento en fracaso, y esto puede tener unas consecuencias nefastas. Cuentan que un periodista le pregunt\u00f3 a Edison c\u00f3mo se sent\u00eda despu\u00e9s de haber fracasado cien veces cuando finalmente invent\u00f3 la bombilla y la dio a conocer al mundo, a lo que respondi\u00f3 que no hab\u00eda fracasado cien veces sino que la bombilla era un camino que requer\u00eda cien pasos. Un beb\u00e9 intenta mil veces encajar unos cubos en otros hasta que finalmente lo consigue: como el cient\u00edfico, como el artista, observa, formula hip\u00f3tesis, experimenta y aprende por ensayo y error. Si los intentos se convierten en fracasos se corre el riesgo de dejar de transitar determinados caminos.<\/p>\n Los psic\u00f3logos han descrito un fen\u00f3meno \u2013 la indefensi\u00f3n aprendida -que ayuda a comprender esto mismo. Un famoso experimento que define la indefensi\u00f3n aprendida consiste, m\u00e1s o menos, en someter a un grupo de personas reunidas en una clase a una bater\u00eda de 100 preguntas que deben ir respondiendo una a una y que son inmediatamente calificadas. Previamente, y sin conocimiento de los participantes, la clase se ha dividido en dos grupos. Independientemente de lo que respondan, a todos los componentes de un grupo se les dice sistem\u00e1ticamente que sus primeras 50 respuestas son correctas, mientras a los del otro que son err\u00f3neas. El experimento es b\u00e1sicamente un examen. Aquellas personas a las que se les dijo que lo hab\u00edan hecho mal las cincuenta primeras veces lo hicieron mal las cincuenta restantes a\u00fan siendo claramente capaces de hacerlo bien, incluso conociendo las respuestas. Cuando una persona siente que haga lo que haga es calificado como fracaso, decide \u2013 quiz\u00e1 inconscientemente \u2013 fracasar, y fracasa sistem\u00e1ticamente; deja, literalmente, de intentar.<\/p>\n Peter Hartkamp, de la comunidad de educaci\u00f3n democr\u00e1tica europea EUDEC, y de escuelas Sudbury en Holanda, en su charla \u201cm\u00e1s all\u00e1 de la educaci\u00f3n coercitiva\u201d que tuvo lugar en el encuentro de verano de alternativas educativas en Ugena el pasado agosto, abord\u00f3 entre otros, el mito del examen y la escuela. Considera que en primer lugar, el examen fuerza al alumno a asumir la forma de pensamiento de quien lo dise\u00f1a, coartando as\u00ed su iniciativa, autonom\u00eda, creatividad. Adem\u00e1s los ex\u00e1menes generan ansiedad y estr\u00e9s, y acaban inhibiendo el aprendizaje. El examen es una herramienta de coacci\u00f3n que se convierte en el fin del proceso de aprendizaje, desplazando lo que hay que aprender al papel de mero medio para alcanzar una calificaci\u00f3n en un rangkin; el examen transforma la riqueza concreta y \u00fatil de las habilidades y conocimientos en la fr\u00eda abstracci\u00f3n comparativa de un d\u00edgito del cero al diez.<\/p>\n
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