Presencia o Whatsapp

Hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre el tema de la presencia en general, pero sobre todo de la manera en que se pone en juego en la relación con los niños.

Son los niños justamente quienes nos muestran esa medida del estar Presente, conectados con el aquí y ahora y sobre todo con su propio ser/hacer/sentir.

De hecho, el estado natural de la infancia es el de la presencia própiamente dicha.

El niño está donde está, o mejor dicho: está en lo que hace. Si juega con la hormiga, juega con la hormiga, todo su ser en cuerpo y alma está entregado a ello; si corre, salta o rueda, disfruta plenamente de su cuerpo y movimiento, no está separado de su hacer-sentir-vivenciar.  Su realidad es Una, intensa, total, global, indivisible.

Ahora bien, llevado al plano adulto esta Presencia -con mayúscula- que vive el niño, este estar unido a lo que es, es casi un misterio (o milagro), algo impensable o hasta imposible en estos tiempos.

‘el estado natural de la infancia es el de la presencia própiamente dicha’

Nosotros podemos estar haciendo más de tres o cuatro cosas al mismo tiempo.

Por lo general, estamos con el niño, pero estamos pensando en lo que necesitaríamos comprar mañana mientras vamos haciendo la cena, y para aprovechar nuestro tiempo vamos poniendo la lavadora, y además atendemos el teléfono porque nos llaman y ahí nos damos cuenta que tenemos mensajes sin responder que cuando cortemos tenemos que devolverlos!…

La Presencia de la que os hablo no se trata solamente de la presencia corporal, del estar físicamente con el otro, sino de aquella manera de estar que implica una verdadera entrega atenta y silenciosa, pero sobre todo, una disponibilidad emocional comprometida. Implica un vacío entre lo que pasa y lo que hago, pienso, juzgo, valoro, murmullo, proyecto o creo…  Implica asentir a vivir  lo que acontece sin estar –ni física ni mentalmente- en otro lado.   

Si tenemos en cuenta cómo nuestra realidad se ha ido transformando con la introducción de las nuevas tecnologías, y nos remitimos sencillamente al uso cotidiano del teléfono –sin ampliar el tema a tantos otros dispositivos virtuales también de uso diario- creo que será más fácil comprender esto que quiero transmitiros.

child-1073638_1280-1

Hoy en día el teléfono móvil se ha convertido en un objeto imprescindible en el que centralizamos muchas cosas –despertador, linterna, agenda, música, mensajes, internet, entre otros-, sin el cual ya no salimos de casa.

Un ejemplo clarísimo de algo que nos aleja insistentemente de esta Presencia, que particularmente me tiene capturada y que percibo como un tema totalmente globalizado, es el uso del whatsApp en nuestros días.

Para mí, que tengo mi familia lejos de dónde vivo y que acabo de ser mamá, tener la posibilidad de compartir videos, mensajes de texto o incluso de voz de mi niña, es un verdadero regalo que con mi hijo mayor – de 11 años- no lo pudimos vivir. Mi familia no veía crecer a mi niño cada semana como ahora puede ver a mi beba desde una pequeñísima  pantalla.

Hasta aquí todo bien. La inmediatez genial: necesito decirte o mostrarte algo y en el instante en que lo necesito, lo escribo, lo grabo y te llega, estés en España, Argentina, Londres, Grecia o en Australia. Increíble lo que hemos ganado!!! Nos comunicamos con nuestros afectos a menudo, fácilmente, y además muy barato (es más, gratis si tenemos wi-fi o tarifa plana)

Ahora bien, como todo en esta vida tiene su otro lado…

Un ejemplo: comenzamos el día, nos vamos poco a poco despertando, encendemos el teléfono mientras preparamos el desayuno antes de levantar a los niños y entonces comienza a sonar ese sonido que indica que ha llegado un mensaje. A los pocos segundos llega otro, pero lo dejamos porque nos estamos preparando, pero inmediatamente llega otro más, y otro y otro, hasta que decidimos ir a por el móvil porque puede que sea algo importante y entonces lo miramos…

mother-1039765_1920

Cuando voy veo que me han incorporado a un grupo para explicarme cosas importantes a mí y al mismo tiempo a otros sobre: el cole del niño, el grupo de extra-escolar de la tarde, el cumpleaños de un amigo, lógicamente el grupo que se crea para comprar el regalo a ese amigo, y más grupos que ya se suman al grupo de mi familia, al grupo de los equipos con los que trabajo, al grupo de las amigas de Rosario… y de repente estoy en tantos grupos y recibo tantos mensajes para conectarme y estar al tanto de lo que pasa, que vivo desconectándome todo el día de lo que estoy haciendo –dar la teta por ejemplo- en el mundo real, para transitar mi tiempo en el mundo virtual mirando mensajitos.

‘La Presencia implica una disponibilidad emocional comprometida’

Nos suena el whatsapp cuando estamos comiendo, cuando estamos comprando el pan y la leche, cuando nos estamos duchando, cuando vamos caminando, cruzando la calle, cuando estamos hablando con nuestra madre, con la vecina, cuando estamos con nuestra pareja y con los niños, y si no contestamos inmediatamente, a veces recibimos del otro lado un signo de pregunta, o un absurdo enfado, por eso, depende quién nos escriba, “tenemos que quedar bien y contestarlo”.

Que absurda manera de perder la conexión con lo que vivimos, es decir con la presencia… esa que si juega con la hormiga… juega con la hormiga y punto!

A veces mi hijo me dice: mamá, o el teléfono o la Bruna!!! Y con esta frase, me ayuda a tomar conciencia de lo estoy haciendo, y además me enseña que antes de pedirle a él que apague el ordenador y preste atención a lo que le digo, yo tengo que darle el ejemplo!

Porque… LOS NIÑOS APRENDEN DE LO QUE HACEMOS, NO DE LO QUE LES DECIMOS!!!